La Misión

¿Por qué Dios llama? La misión

Cuando Dios elige a alguien lo hace en un clima de intimidad amorosa y confidente; y elige para una misión al servicio del pueblo y del mundo. La misión es la componente esencial de toda vocación. No hay vocación sin que haya un mandato de Dios: «Ahora ve; soy yo quien te envío» (Ex 3,10). Dicho mandato tiene como única explicación la voluntad salvífica de Dios: «Estoy dispuesto a librarle del poder de los egipcios y a sacarle de esta tierra…» (Ex 3,8). De esta manera el encuentro de un hombre con un mundo que ha de ser salvado, se completa con la conciencia del plan divino de salvación que abarca a todo el pueblo de Dios. De nuevo aparece la Iglesia, signo e instrumento de la salvación de Dios. No existe vocación sin un sentido más profundo de la misión de la Iglesia y de la necesidad de entrar a formar parte del pueblo de Dios para ser salvados.

Entrar en contacto con Dios es participar de sus deseos y designios, y colaborar con El asumiendo un compromiso específico en la realización de sus planes. Cuando Dios llama confía una tarea, una misión para el pueblo, para la Iglesia, para el mundo. Corresponder a la propia vocación es realizar un servicio según el carisma recibido.

Después de habérselo revelado, Dios dijo a Moisés: «Ahora ve, que yo te envío al Faraón, y tú sacarás a mi pueblo fuera de Egipto­» (Ex 3,10). Amós, a su vez, testifica: «El Señor me tomó de detrás del rebaño y me dijo: ve y profetiza a mi pueblo» (7,15). De igual manera los otros profetas: «Y él a mí: ve, y di a este pueblo: escuchad…» (Is 6,9). «Y el Señor a mí… a todos los que yo te envíe irás, y todo lo que te ordene, les dirás» (Gn 1,7). «Ve, habla a la casa de Israel» (Ez 3,1). El Señor dijo a los apóstoles: «Id, pues, y haced discípulos míos de todos los pueblos» (Mt 28,19), y a Pablo:

«Pero levántate, y ponte en pie; pues me he aparecido a ti para constituirte servidor y testigo tanto de las cosas que de mí has visto como de las que te mostraré. Yo te libraré de tu pueblo y de los gentiles, a los cuales yo te envío, para que les abras los ojos; para que se conviertan de las tinieblas a la luz del poder de Satanás a Dios, y así reciban por medio de la fe en mí el perdón de los pecados y la herencia de los santos» (Hch 28, 16-18).

La llamada a la fe y a la vida cristiana es señal de Dios, no para gozar de una posición privilegiada y feliz, sino para trabajar y servir a la Iglesia. Esta fue instituida fundamentalmente para servicio del pueblo de Dios (Rom 11,13; 12,17; 1Cor 3,5; 16; 15; 2 Cor 4,1; 6,3-4; Ef 3,7; Col 4,17; 1 Tim 3,5…).

Todas las elecciones divinas que nos presenta la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, comportan siempre una tarea: proteger y defender la fe del pueblo y manifestar el mensaje redentor. Cristo vino para anunciar la Buena Nueva y eligió a sus apóstoles para que continuaran su obra. Todo bautizado en la Iglesia primitiva era un mensajero del Evangelio por medio del testimonio de su vida y la defensa, hasta el heroísmo, de su fe. Este compromiso misionero es una exigencia de la vocación cristiana, tanto que sin ella permanecería incomprensible el mismo cristianismo. Incorporado plenamente a Cristo, el cristiano se convierte como El en enviado del Padre, para la salvación del mundo. El conjunto de los cristianos, nos recuerda el Concilio, es signo e instrumento de la salvación de todos. No sólo signo, esto es, expresión y manifestación de la salvación a la que todos están llamados, sino instrumento, es decir, medio eficaz y necesario por medio del cual todos los llamados pueden alcanzarla.

4 comentarios

  1. Daniel Córdova Guzmán, OFM |Responder

    Adelante: Sigan proclamando la Buena Nueva, Cristo. Es posible hoy, vivir el Evangelio.
    Este es el carisma franciscano, sin más-.
    Sigan.No se cansen.
    Para el franciscano, religioso o seglar, la vida según el Evangelio es el signo de que la Palabra sigue siendo Espíritu y Vida.
    Paz y Bien
    Hno. Daniel

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  2. Desde mi experiencia, la vida religiosa ha recorrido en estos años los mismos caminos recorridos por toda la comunidad cristiana. Al igual que la Iglesia, la vida religiosa ha tenido que hacer frente a todo cuanto de «nuevo» ha ido apareciendo y trazándole nuevos horizontes y perspectivas.

    Estos últimos años han sido para la vida religiosa una especie de «laboratorio» en el que los métodos y los objetivos propuestos no siempre han estado claros y ha habido que recurrir a verificaciones de todo tipo.
    Una mayor comprensión de los signos de los tiempos y unas mayores dosis de reflexión se han hecho necesarias para responder más adecuadamente a las exigencias evangélicas.

    Unidos en la Oración
    su hermana Clara desde Argentina
    Gracias por compartir sus artículos

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  3. Soy Padre Armando, sacerdote Diocesano desde Mexico les escribo para felicitarles por su blog y gracias por haber comenzado esta buena tarea para darse a conocer y dar a conocer el mensaje Cristiano en estos medios de comunicación.

    Con lo referente al tema la «misión» en la Encíclica Papal “Caminar desde Cristo” en su Introducción nos invita a volver a “Contemplar el esplendor del rostro de Cristo” y su capítulo 3° a considerar “La vida espiritual en primer lugar”.

    Primera tarea de la VC es hacer visible la maravilla que Dios opera en la frágil humanidad de las personas llamadas. Más que con las palabras las personas consagradas testimonian, tales maravillas con el lenguaje elocuente de una existencia transfigurada en Cristo, capaz de sorprender el mundo.

    Y creo que nuestra tarea es grande y la responsabilidad que tenemos en la humanidad mayor aun. Un abrazo fraterno para todos ustedes hermanos de Perú.

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  4. Es fácil darnos cuenta que en la actualidad la Vida Religiosa está inclinada más al “hacer” que al “ser”. Se pregunta mucho sobre ¿qué tenemos que hacer? Y se preocupa menos sobre la significatividad del ‘ser religioso/a’ hoy.
    Gracias hermanos franciscanos por recordarnos lo que es en en realidad nuestra mision en el mundo: Hacer que el rostro de Cristo sea visible a toda la humanidad por medio de nosotros.
    Paz y bien

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