LA ANIMACIÓN, PROPUESTA, ORIENTACIÓN

La animación, propuesta, orientación (suscitar)

Nos referimos a la primera propuesta. Para la llamada vocacional personal, es necesario haber hecho antes una llamada general a todo el pueblo de Dios sobre todas las vocaciones de especial consagración. Debe ser una presentación o anuncio en forma de proposición general todavía no personalizada. Son muchas las ocasiones que nos brindan a diario para llevar a cabo esta propuesta general a través de las acciones pastorales de la comunidad cristiana: catequesis, liturgia, apostolado, grupos de juventud…, y en jornadas especiales de tipo vocacional, ya sean organizadas desde la Iglesia universal o de cada comunidad concreta.
De cara a hacer esta primera propuesta, ocupa un lugar especialísimo la pastoral de juventud, en la que debe apoyarse y nutrirse toda pastoral vocacional bien planteada. En este sentido, los obispos latinoamericanos reunidos en Puebla consideran que «hay que reactivar una intensa acción pastoral que, partiendo de la vocación cristiana en general, de una pastoral juvenil entusiasta, dé a la Iglesia los servidores que necesita. Las vocaciones laicales, tan indispensables, no pueden ser una compensación suficiente. Más aún, una de las pruebas del compromiso del laico es la fecundidad en las vocaciones a la vida consagrada» .
Hoy se comprueba que están surgiendo vocaciones allí donde existe una pastoral juvenil bien organizada y articulada con la pastoral vocacional específica, de forma que ambas posibiliten a los jóvenes tener una experiencia viva y profunda de Jesús, una fuerte experiencia de comunidad cristiana, donde se les presenten las diferentes formas de compromiso vocacional en la vida consagrada y encuentren la ayuda necesaria para llevar adelante su ideal vocacional .
Es necesaria, en este sentido, una capacidad de convencimiento personal y de decisión que nos lleve a, llegado el momento, proponer con valentía el proyecto vocacional cristiano, en sus distintas modalidades, para que pueda ser asumido por otros y utilizar todos los medios a nuestro alcance para realizar esta hermosa tarea: el anuncio de nuestra palabra, los signos más fácilmente inteligibles, las acciones oportunas, los testigos que aportan su experiencia personal .
A la hora de presentar las vocaciones de especial consagración, es necesario estar muy atentos y presentar por delante las necesidades de la evangelización; no se trata tanto de cubrir huecos que van dejando los mayores cuanto de procurar que los jóvenes descubran su vocación en relación con las nuevas urgencias de la tarea evangelizadora de la Iglesia.
Hay que tener en cuenta también que las vocaciones no surgen en general para concretarse luego en un carisma concreto, sino que surgen a través de modelos de identificación, que son las pro-vocaciones de las nuevas vocaciones. Allí donde hay presbíteros y religiosos que aportan un testimonio claro y gozoso de su vocación y, como consecuencia, se interesan por la pastoral vocacional de la Iglesia, surgen nuevas vocaciones a la vida consagrada y esto se nota en los candidatos que llegan a los seminarios o a las instituciones de formación para la vida religiosa. El testimonio de los que ya viven una vocación de especial consagración debe preceder incluso a la primera propuesta y presentación de las vocaciones a todos los miembros de la comunidad eclesial.
Si esta propuesta vocacional, a la que nos venimos refiriendo, se hace sólo de forma general, corremos el peligro de que muchos no se sientan interpelados, al pensar que no se dirige a ellos personalmente. De ahí que, para suscitar en la Iglesia nuevas vocaciones, sea necesaria la propuesta directa y la invitación personal a aquellos jóvenes que se consideren con actitudes y aptitudes para la vida consagrada. Esta propuesta personal y directa ha sido, en muchas ocasiones, el detonante de todo un proceso vocacional que ha llevado a muchísimos jóvenes a descubrir la vocación de Dios para una vida de entrega total . Sobre la naturaleza de esta propuesta, resultan iluminadoras las palabras de Juan Pablo II:
«También el llamamiento es obra de la gracia. Hay un momento justo para el llamamiento. El educador experto y prudente sabrá apreciarlo. Cuando se dan las condiciones, nunca es demasiado pronto para dirigir la llamada. Lo importante es que no se llegue demasiado tarde. Dios es siempre libre de llamar a quien quiere y cuando quiere… Pero ordinariamente llama por medio de nuestras personas o de nuestra palabra. No tengáis, pues, miedo en llamar. Descended en medio de vuestros jóvenes. Andad personalmente a su encuentro y llamad» .

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